Quedó tercero por casi 30 puntos en el distrito que él mismo gobernó por una década. Sin aliados políticos, ya ni siquiera tiene sector del cual podría defeccionar. Radiografía de las horas más difíciles de un hombre que llegó a ser la mano derecha del presidente Alberto Fernández y dirigir el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, y hoy la acumulación de errores políticos lo acercan al retiro.
Por Leandro López Murúa
La imagen lo dice todo. El ex intendente está presto a emitir su voto. Es domingo 7 de septiembre. Mira a la cámara y hace una pausa antes de empujar el sobre en la urna. Intenta un gesto de alegría. Pero lo que queda retratado -incluso en medios amigos- es el rostro de un hombre cansado que está por cumplir 60 años. Sabe que no tiene la energía de hace tres décadas cuando llevó al peronismo de Morón a la derrota pero supo reponerse -con la energía de su Secretaría en el Senado- para cruzar el Acceso Oeste y alcanzar la intendencia de Hurlingham. Unos segundos después de mirar a cámara, Juan Zabaleta emite su voto y los medios lo registran. Tiene la mirada de la derrota. Doce horas más tarde, esos mismos medios publicarán que quien fuera intendente por ocho años y ministro de Desarrollo Social de la Nación, quedó tercero a 30 puntos de distancia.
Lo que alguna vez quiso ser futuro, hoy es parte del pasado. La de Juanchi es una derrota que no se puede disimular. Ni siquiera compitió contra el actual intendente Selci, con quien comparte el mismo alto nivel de conocimiento entre los electores. Perdió contra Florencia Lampreabe, que en junio de este año tenía un nivel de conocimiento cero. Y además, Zabaleta termina tercero detrás de Rafael De Francesco, el juez de faltas más conocido del distrito pero no por su probidad. Procesar una derrota de estas características -ante una desconocida y alguien que sólo tiene imagen negativa-, habiendo sido intendente casi una década y ministro nacional, no será tarea simple.
Los datos son contundentes. Hace un año y medio Selci le ganó, siendo Zabaleta intendente, por 3 mil votos. 18 meses después, Zabaleta pierde por 25 mil. Y como si fuera una profecía autocumplida, Juanchi arriesgó en un video a pocos días de la elección: “Si pierdo por un voto, me muero”. A confesión de partes, relevo de pruebas. El derrotero del último año y medio de Zabaleta dejó varias imágenes que anticipaban su triste y solitario final, ya que de su lista entró sólo él. Su aliada del PRO, Tamara Abdo quedó afuera.
El ciclo estaba agotado, sólo había que verlo. Cuando intentó pegarse al gobernador, se lo vio en un video junto a Kicillof en el que quedaba en evidencia que se aferraba a un respaldo que no le pertenecía. Hasta arriesgó un armado de mesas “con Axel” en Hurlingham que fueron un papelón. Desde La Plata le dijeron que se abstenga de hablar en nombre del gobernador. A pocas semanas de ver cerrada la puerta del axelismo, fue a tocar la de la Casa Rosada. Se dejó fotografiar con el cuadro de Milei de fondo en una mesa en la que estaba el armador de Karina, Sebastián Pareja. Esa foto simboliza un antes y después en su carrera política.

Los ciclos se agotan, eso no es novedad, es parte de la vida. El desafío es saber leer cuándo llega ese final. Sin aliados y sin futuro, Zabaleta salió a repartir playones deportivos -lo que causó extrañeza entre los vecinos, ya que no tiene cargo desde donde financiarlo- como si sacara de la cajita su bala de plata, pero apenas le alcanzó para llegar tercero a varios cuerpos de distancia.
Mientras Juanchi terminó jugando del lado equivocado, como cuando acompañó a Randazzo en 2017, ahora con Somos: terminó siendo funcional a expresiones más conservadoras totalmente opuestas al peronismo, socavando lo que le quedaba de imagen en el distrito que gobernó por casi una década. Como contraparte, en Hurlingham, la gestión local y, por añadidura, la coherencia política fueron premiadas. Además el oficialismo rivalizó fuertemente contra Milei. Pero hay algo evidente: una cosa es plantarse frente a la motosierra y otra cosa es decir que estás en contra de la motosierra mientras vas a tomar café a la Casa Rosada. Y el electorado te lo factura. Como le facturó a Zabaleta el haberse ido del distrito para sumarse al gabinete de Alberto Fernández. Una nueva hegemonía se consolidó en Hurlingham y Selci emerge con más fuerza que hace dos años cuando le ganó la interna.
Si bien Fuerza Patria repitió la elección de 2023, lo que alguna vez fue de Juanchi se terminó desdibujando. El presente le pasó por encima y la gestión de Selci, el voto popular y la coherencia política marcaron el rumbo. Lo que queda en su horizonte no es política sino trámites pendientes. Zabaleta tiene que hacer frente a los resultados de la auditoría que inició el municipio producto de la escandalosa multa que el Tribunal de Cuentas de la Provincia le impuso en abril de este año por malversación y faltante de patrimonio público. Además, deberá también afrontar la resolución del fallo y pago de la multa, ya que si no lo hace quedará embargado.
“Si te ponés a pensar en los hechos, Juanchi le colaboró al kirchnerismo y La Cámpora”, plantea un histórico dirigente peronista del oeste, que aún estima a Zabaleta y cree que su desastrosa estrategia y pésima gestión fueron el sustento para que emergiera la nueva hegemonía, ya que Zabaleta termina su carrera del lado de Macri (por Abdo) y de Milei (por la foto en la Rosada): “al Flaco se le mojó la pólvora hace rato, su problema es la ambición, es ambicioso, aspira demasiado y eso te mata”. La pregunta ya no es, entonces, si podrá presentarse otra vez para perder otra elección. La pregunta es: ¿se retira?
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